viernes, 16 de marzo de 2012

Enamoramiento Instantáneo





Caminaba con mis amigas en búsqueda de algo que hacer, estábamos aburridas, hambrientas y un poco soñolientas a decir verdad.

Kate -una de mis intimas compañeras- dio la brillante idea de ir por un café en la cafetería que quedaba a solo dos cuadras de donde estábamos, así que juntas caminamos hasta el lugar indicado.

Cansada de la caminata, me encontraba luchando con la puerta de entrada, y por más que empujaba esta no parecía ceder así que me giré esperando que alguna otra lo intentase. Cuando por fin entramos al lugar, una ráfaga de viento despeinó mi cabello volviéndolo un alboroto y mientras intentaba arreglarlo un chico bastante fornido y con delantal nos dio la palabra.

-¿Qué desean pedir?.- dijo en forma general y yo pasé de él.

-Un café por favor. Bueno, cuatro.- Dijo Maddie sonriendo para él. Las demás solo lo miraban. Habían quedado embobadas con el chico de delantal rojo, a quien ya había visto un par de veces atendiendo allí.

¿Qué tenia de especial? Era solo un aparente jugador de fútbol americano vestido de rojo por su trabajo. Eso era, no más ni menos. Pero ellas parecían encantadas con tal hecho.

Me fui a elegir la mesa sintiendo un poco como el calor se aplacaba a causa del aire acondicionado. Miré una vacía y corrí hacia esa suavemente, cuando mis llaves cayeron al suelo. Gire mi rostro en búsqueda de ellas hasta que las hallé. Estaban justo al lado de la pata de una mesa un poco distante, así que dejé la cartera sobre la mesa que había elegido y me agaché a tomar las llaves. Cuando levante el rostro victorioso, mis ojos se toparon con un chico completamente desconocido, es decir; el pueblo es pequeño y raramente hay alguien nuevo en él.

-Hola.- dijo el chico enfocando sus profundos ojos azules en mí.

Me había dejado completamente impactada. Tan encantada, no había podido articular palabra, solo lo miraba como si se tratara de algún diamante en bruto. El chico desconocido rió y mostró sus dientes, tan perfectos, tan blancos, tan hermoso… parecía esa clase de joven que sale en las publicidades de ropa interior, con rostro perfecto y un cuerpo estructural y atlético, algo flaco si; pero para mí era perfecto.

Me regresé a mi mesa un poco consternada. Tomé mi cabeza con ambas manos y se dispuse a meditar.

-¿Disculpa?.-

Levanté la mirada, retiré mis manos del lugar en el que reposaban y me encontré otra vez con esa suave mirada marina, el chico se mantenía sonriente y con un objeto metálico en sus manos.

-¿Esto es tuyo cierto? Lo dejaste caer de nuevo…-

En ese momento me sentí como una completa estúpida, como una tonta despistada que había dejado notar lo mucho que me había gustado ese chico. Me limité a asentir y a tomar las llaves con cautela. El se sentó justo en frente y me miró.

Mis amigas que venían a la mesa, notaron lo que ocurría y decidieron tomar otra justo al lado, yo solté una pequeña clase de risa nerviosa ante ese dulce detalles de mis queridas compañeras. En medio del sonrojo el me cuestionó.

-Eres de aquí, ¿cierto?.- dijo esperando una respuesta de mi parte.

-Si.- dije con una débil voz que me había costado sacar de mi interior.

-Genial, y… ¿tienes mucho viviendo aquí?.- el chico parecía interesado en mí.

-Si, desde que nací. ¿De donde eres?.- pregunté aclarando mi garganta el continuó hablando con fluidez.

-Soy de Santiago, de Chile. Estoy de paseo un tiempo. Me quedaré una semana, ¿me mostrarías el lugar? Sería divertido.-

Así es, ya lo tenía. Solo necesitaba encontrar las palabras correctas y tendría una cita con el misterioso chico que había capturado mi atención.

-Por… supuesto.- dije dejando notar mi nerviosismo.

-¿Te parece si pago la cuenta y vamos a dar una vuelta?.-

Yo no lo podía creer, torpemente asentí con la cabeza y esperé ansiosa. Cuando volvió arregló su cabello con una mano, donde pude observar algo brillante en sus dedos.

-¿Y… eso?.- Dije preguntando por el fino anillo en su dedo anular.

-Mi anillo de matrimonio, conocerás a mi esposa, seguro te agradará.- dijo acompañando con una sonrisa radiante.

Sentí como si en ese instante un cuchillo me atravesaba, lamente en voz baja y solté una débil excusa.

-Debo irme, había olvidado lo que tenía que hacer.-

El me miró confuso y se despidió. Yo fui de vuelta al lado de mis amigas quienes me miraban esperando que contara que había ocurrido. Maldije un par de veces y más nunca supe sobre ese chico.

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