sábado, 19 de febrero de 2011

sábado, 12 de febrero de 2011

"Aún no ha nacido hombre sobre la tierra para mi hija"


"Aún no ha nacido hombre sobre la tierra para mi hija"

Me dijo el padre de mi esposa cuando yo decidí pedir su mano.
Ese día estaba tan nervioso... creo que los nervios se asemejaban al momento del nacimiento de mi primera hija. no sabía lo que estaba haciendo, ni que estaba diciendo pero como anhelaba hacerla mi esposa hasta el fin de los tiempos, y así fue.

No podía comprender la fuerza con la cual me trataba ese viejo hombre, quiero decir; el me conocía muy bien, conocía a mi familia y a mis allegados, el sabía que yo amaba a su hija y que la haría muy feliz. Pero, ¿Por qué tanta firmeza? había permanecido como un misterio para mía hasta el día de hoy.

Me encontraba en el jardín rociando las plantas con un poco de agua, -ya que en esta época tienden a secarse muy rápido- cuando mi esposa me acaricia la espalda y me dice en un tono bajo.

-El muchacho quiere hablar contigo.

Mis ojos se entrecerraron y comencé a sacar posibles conclusiones.

-¿Qué quiere?.- respondí rudamente y mi esposa me dio una mirada.

subí a conversar con el joven cuando me di cuenta de que tomaba las manos de mi hija. un fuego interior nació en mí y no sabía como contenerme. lo miré fijo y el la soltó. el calor bajó.

-Sr... yo quería hablar con usted.

Permanecí en silencio. observando cada movimiento.

-Quería que usted supiera que yo estoy interesado en su hija y que desearía comprometerme con ella. vestirla de blanco, llevarla al altar.

el muchacho tenía el rostro sonrojado de la vergüenza, sus ojos gritaban pánico y el pulso me recordaba a esos viejos tiempos en que yo tuve que hacer lo mismo. en los que me encontraba en su posición. una dificil posición.
Lo miré contemplando el silencio hasta que tragué y comencé a hablar.

-Creo que estás apresurando las cosas.

el muchacho se entristeció, lo pude notar en su mirada.

-Quiero decir, no está mal. pero pienso que deberían conocerse mejor.

intenté acomodar mis palabras.

-Yo quiero casarme con ella y creo que es lo correcto...

Dijo él joven aún mas nervioso entrelazando las manos con las de mi niña, para lo que yo contesté.

-"Aún no ha nacido hombre sobre la tierra para mi hija".- dije apretando los dientes ante los inevitables celos que surgían de mí.

lo único que inundó mi mente fue un sentimiento de dolor, y confusión.

Hace apenas segundos para mí había sostenido por primera vez a una niña en mis brazos, la había enseñado a caminar, luego a subir en bici y le había regalado su primera muñeca. después la enseñé a manejar y le recordé cuanto la amaba. Mientras que ahora, de la noche a la mañana un completo extraño quería llevársela de mis manos, quería alejarla de mí. Bueno, eso fue lo que sentí.

Parpadee un par de veces para reaccionar y volver a la realidad. Mi hija me miraba con firmeza, y mi esposa me apretaba la mano debajo de la mesa. En ese momento comprendí a mi suegro y respondí con las mismas palabras que él había utilizado para mí.

-Podrás casarte con ella. Pero no la alejes de mi.

resignado sonreí. me dio la mano y me prometió cumplir.

"La manzana verde, La manzana roja"


"Recuerdo muy bien, como hace mucho tiempo; cuando era chica. llegué llorando a casa porque unas chicas mucho más grandes que yo se reían de mí y decían que era una niña muy fea.
Mi mamá me abrazó con fuerza y me dijo dulcemente.

-Ven conmigo. Tengo algo que mostrarte.-

Me llevó de la mano hacia la cocina y con su usual delicadeza abrió la nevera e inspeccionó por unos segundos antes de sacar de su interior un recipiente de plástico con tapa roja.

-Aquí tienes.- Dijo mamá abriéndolo para mí.

Una hermosa manzana roja brillaba en las blancas manos de porcelana de mi madre, y otra verde, un poco joven y golpeada al caer se mantenía dentro del recipiente. Yo aún con el rostro empapado de lágrimas e inocentemente negué con la cabeza.

-No tengo hambre.- dije de pié frente a ella quien sonreía como si algo increíble estuviera por pasar.

-Hija, ¿ves esta manzana?- Dijo poniéndose en cuclillas para mí.

-Si...- dije mirándola con atención.

-Esta manzana es para esas chicas, se la darás a una de ellas y le dirás "Esta manzana es como tú". ¿Esta bien? La otra es para ti.

Yo aún confusa asentí. y al día siguiente fui al colegio e hice lo que mi madre me dijo que hiciera.

-¡Clara!- Llamé a la rubia y le entregué la manzana. ella parecía sorprendida.
la hermosa manzana brillaba ante la luz del sol y se veía tan apetitosa y perfumada.

-Es para ti -dije- esta manzana es como tú.

La chica sonrió y le dio un mordisco a la manzana.
yo hice lo mismo con la mía. Para mi sorpresa y la de ella la manzana roja estaba completamente podrida en su interior. el olor putrefacto que salía de ella era impresionante. Clara comenzó a llorar y ahí comprendí todo lo que me había querido decir mamá.

Mi manzana era verde, un poco joven en realidad. pero estaba tan dulce, tan apetitosa. mientras que la manzana roja a pesar de su hermosura exterior en el interior estaba hueca, podrida y llena de gusanos. Así eran ellas, no tardaría el momento en que mostraran su verdadero interior y llegaría el momento en que yo maduraría y me convertiría en lo que soy ahora."

Por eso chicas, sean como las manzanas verdes, preocupense por su interior y dejen que se refleje en el exterior, no sean como las manzanas rojas, no terminen pudriéndose como ególatras superficiales.