domingo, 26 de junio de 2011


Aquí comienza una gran historia que tengo que contar.
No es la típica historia de amor que acostumbran a escuchar.

Habla de un marino que en una fría mañana de septiembre se fue al mar, dejando todo lo que amaba atrás. A una mujer que con los ojos como de cristal con un pañuelito blanco lo fue a despedir al muelle, mientras veía como uno tras otro de esos hombres elegantes y serios subían al grandisimo barco.

¡Que volvería pronto! le prometió él a ella, y ella le juró esperar.

Eran tan jóvenes que apenas alcanzaban la mayoría de edad, pero eso no les importó. Se amaron hasta decir ¡Ya no más! ella esperó por el, meses, años hasta que una mañana de un mes que no podría recordar se escuchó un rumor de que 'los de blanco' arrivarían al tocar las doce del medio día, arrivarían cuando el sol se encontrara en su máximo esplendor.

María, como se llamaba la joven ahora mujer. corrió al almacén a comprarse su mejor ropa, un vestido que le costó mucho más de lo que ella misma ganaba en un mes, blanco con pintas rojas era el color que alumbraba su silueta aún no tocada por nadie.

Caminó al muelle a mirar como las olas jugaban con su memoria. Intentando recordar como era la mirada de aquel hombre que la había vuelto completamente loca y ahí estuvo esperando efectivamente hasta las doce, cuando paró el inmenso barco que hace años había visto partir en el mismo muelle donde ahora estaba llegando.

María lloró, lloró al ver a esos hombres bajar a abrazar a sus mujeres, a besar a sus hijos. e imaginarse una vida junto a su amado.

Ya habían bajado la mayoría del barco cuando se acercó a preguntarle al capitán donde estaba Marco, su amante y amigo.

El hombre canoso ladeo la cabeza y dijo.

-Marco, como olvidarme de aquel chiquillo. El ya no está más.

-¿Donde está?.

-Se ha ido...

-¿Y no dejó nada para mí?

Preguntó ingenua.

-Joven, el chiquillo se fue. se fue dejando atrás a un niño para ahora convertirse en un hombre. un hombre que golpeado por la guerra sobrevivió solamente con un propósito, el verla a usted de nuevo y se encuentra ante usted.

-¡Oh, por Dios! ¡Marco!- Dijo besándolo apasionadamente.

Marco la abrazo fuertemente, con la esperanza de no tener que soltarla nunca más...

-Pensé que la guerra nunca habría de acabar...

-No lo ha hecho, solo descansa un poco antes de volver a empezar.

-¿Y para que sirve?

-Para separar corazones, para hacerlos delirar, para separar familias, esas que nunca más se verán.

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